Lo que nació en clubes oscuros y raves perseguidas hoy es oficialmente un tesoro de la humanidad. La UNESCO ha inscrito formalmente a la música electrónica francesa en su prestigiosa lista de Patrimonio Cultural Inmaterial, elevando el «French Touch» al mismo nivel de reconocimiento que las tradiciones culturales más antiguas del mundo.
Del «underground» al reconocimiento institucional
Este logro no es casualidad. Es el resultado de décadas de presión por parte de colectivos como Culture Nuit y el respaldo del gobierno francés, que recientemente clasificó a los clubes nocturnos como «actores culturales».
Francia se une así a una tendencia de validación global de la electrónica, siguiendo los pasos de Berlín, cuyo sonido Techno recibió la misma distinción el año pasado.
El legado del «French Touch»
El reconocimiento de la UNESCO celebra un sonido que cambió la música pop y de baile para siempre. Hablamos de la herencia de leyendas que exportaron el estilo francés a todo el planeta:
- Daft Punk: Los robots que redefinieron el género.
- Cassius y Stardust: Pilares del groove parisino.
- Justice y AIR: Innovadores de la estética sonora.
- Bob Sinclar y Étienne de Crécy: Maestros de la pista de baile.
Incluso el presidente Emmanuel Macron se pronunció al respecto, afirmando con orgullo que Francia tiene el derecho legítimo de reclamar la invención de esta vertiente del electro.
De los gases lacrimógenos a las lágrimas de alegría
Para los pioneros de la escena, esta noticia tiene un peso emocional enorme. Tommy Vaudecrane, figura clave de la Techno Parade de París, recordó conmovido cómo en los inicios la música electrónica era demonizada y perseguida por las autoridades.
«Derramé mis primeras lágrimas por la música electrónica bajo gases lacrimógenos. Hoy, esas lágrimas son de alegría al ver que nuestra música finalmente es reconocida como patrimonio», declaró Vaudecrane.
¿Qué significa esto para el futuro?
Más allá del título honorífico, este reconocimiento otorga una capa de protección jurídica y cultural a los clubes y artistas. Los espacios de baile dejan de ser vistos solo como lugares de ocio nocturno para ser considerados templos de una tradición viva que define la identidad de Francia.
